Eppur
si muove
Con
esta histórica frase atribuida a Galileo Galilei, voy a iniciar una sintética
explicación de los principales movimientos que realiza nuestro planeta en su larga
singladura cósmica. Así, como el que no quiere de la cosa.
El
sistema solar se mueve a una velocidad de 16,5 kilómetros por segundo hacia un
punto del orbe, conocido como “ápex solar”. Esta región está ubicada al
suroeste de la estrella Vega, en las inmediaciones del cúmulo M13 (constelación
de Hercules)
Aparte
de este, el sistema solar tiene otros movimientos, de los que el principal y
más veloz es su órbita alrededor del centro galáctico. En este periplo, el
sistema se mueve a una velocidad de 220 kilómetros por segundo, y tarda 226
millones de años en completar una vuelta, tiempo que se conoce como año
galáctico.
No hace
falta decir que nuestro planeta sigue fielmente al sol en los viajes descritos.
Ni se adelanta ni se rezaga. Pero a parte de esta danza compartida con el resto
del sistema, la Tierra se somete a otros movimientos por el camino.
Los más
conocidos son el de rotación sobre su eje y el de traslación circunsolar.
Dándolos por sabidos voy a dejarlos a un lado de la elipse para hablar de otros
dos, bastante más incógnitos y cuyos nombres suenan menos en las consabidas
tertulias de después del partido del Madrid.
Precesión
de los equinoccios y nutación.
El
primero es un giro del eje sobre su centro, un movimiento que imitan las
plagiarias peonzas en esa especie de cabeceo
que llevan al girar. Algo así:
El eje
terrestre que apunta ahora por su polo norte a la estrella Polar, va
recorriendo una circunferencia que llegará a apuntar a la estrella Vega, cosa
que ocurrirá aproximadamente dentro de 12000 años.
En el
año 3000 A.C. época de notable esplendor en el antiguo Egipto, el eje terrestre
apuntaba a la estrella Thuban, en la constelación del Dragón. Esa era entonces
la referencia estelar del norte. Helo aquí:
El tiempo necesario para completar una vuelta
completa de este giro se calcula en 27776 años, minuto arriba, minuto abajo.
El descubrimiento de este paso de baile de la
Tierra no acabó de sentar bien a los astrólogos, pues les trastoca los
horóscopos y, ahora mismo, casi nadie ha nacido en el signo que cree y declara.
Yo mismo, que dicen que soy Libra resulta que a mis años me he enterado de que,
en realidad, soy Virgo, lo que me obliga a revisar mis planes de futuro. Pero
este es otro tema que quizá abordaremos más adelante, no sin antes consultar el
horóscopo para saber si es conveniente abordarlo o no, porque las cosas de la fe
siempre son delicadas de tratar.
El otro movimiento del que quiero hablar hoy
es el de Nutación.
Y es que el giro este de 27776 años que acabo
de describir, no es uniforme, sino que oscila o cabecea dibujando una grácil onda a lo
largo del círculo de precesión. También en este caso vale más una imagen que
mil palabras, sobre todo si son mías.
Por lo tanto, ahí va la estampa:
Esta oscilación tiene un periodo
de 18,5 años, y se debe a la incidencia sobre la Tierra de las fuerzas
gravitacionales de la Luna y del Sol.
Hay más movimientos, pero ahora
mismo no me acuerdo de cuales son y, por otra parte creo que por hoy ya está
bien de tanto meneo.
Hasta la próxima entrada que,
según esta, se producirá a muchísimos kilómetros de este punto del cosmos. De
hecho ya estamos muy lejos de donde estábamos cuando la inicié.
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