jueves, 22 de septiembre de 2016

De los luceros

El vocablo latino “Planeta” proviene o se deriva de una palabra griega que se podría traducir al actual castellano por “vagabundo”, “nómada” o “errante”. Bueno, para el caso, y si tuviera que traducirlo yo, me inclinaría por elegir “errante”, aunque al no conocer el griego antiguo lo tendría complicado, ya que el clásico idioma no se parece ni un poquito a los dialectos camuñeros que suelo manejar de cotidiano. Aquí pongo la letra original por si alguien supiera darle su debida lectura: πλανήτης. No, no es griego inventado, aunque confieso humildemente que es copiado y pegado, todo sacrificio es poco en favor de la ciencia.
En la antigüedad, cuando las gentes de cualquier condición contemplaban los astros, todo lo que veían, a parte de la Luna, el Sol y algún cometa, eran estrellas. Estrellas fijas, estrellas fugaces y estrellas errantes. Estas últimas son las que ahora conocemos como planetas, después de haberlas conocido como luceros en la inocente infancia.
Recibieron el andarín apelativo porque, a diferencia de sus hermanas fijas, que parecen estar clavadas en el orbe y moverse solidarias e isócronas con él, estas van desplazándose, noche a noche, sobre el sereno e inmutable fondo. Salvo en los periodos de retrogradación (especialmente apreciables en Marte), en los que se rezagan y parecen volverse, los planetas van adelantando estrellas en su constante (y aparente) giro del Oriente al Occidente de nuestro mundo. Por eso les cascaron la etiqueta de errantes, como vengo diciendo y acaso repitiendo ya en exceso.
Con el andar del tiempo hemos ido conociendo mejor estos astros. Incluso hemos averiguado que nuestro mundo es uno de ellos, y no de los más grandes. Tal cognición lleva en sí misma una inmanente lección de humildad que, según parece, nos obstinamos en ignorar. Aunque de otras más grandes y recientes hemos salido indemnes, como si no hubiera más parientes que nuestros dientes.
Bueno, no voy a deslizarme hacia la filosofía que por ahí me escurro como por las heladas laderas de Cabezas del Hierro (Cara norte), y puedo terminar mal.
Cuando yo era niño, cosa que sucedió algunos años después de que Galileo Galilei pasara por la vida (aunque no muchos, que ya tengo una edad), se conocían nueve planetas. De interior a exterior: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Luego, en el año 2006, se redujeron a ocho tras aprobarse una especie de ERE en el que fue despedido Plutón, cosas de la modernidad laboral.
Bueno, en realidad fue una reestructuración necesaria ante el ingreso de nuevos miembros en la plantilla planetaria, y lo que sucedió es que se creó una nueva categoría: Los Planetas enanos.
Tras un polémico examen, no exento de dimes y diretes, la Comunidad Científica consideró que Plutón no era más que sus recién descubiertos vecinos exteriores Haumea, Sedna, MakeMake y Eris. Ya puestos a reestructurar, el asteroide Ceres, situado en el cinturón de asteroides que hay entre Marte y Júpiter, fue ascendido de categoría, considerándose desde entonces, y sin carácter retroactivo, Planeta Enano. Ni él (o ella) por su ascenso, ni Plutón por su degradación, parecen haber notado nada especial, y siguen comportándose como siempre, a su bola.
Tampoco muestran afectación alguna por su descubrimiento los miles de planetas que se están encontrando en los campos gravitatorios de otras estrellas y que por eso, por ser de otras estrellas, reciben el nombre genérico de “Exoplanetas”.
La fotografía aplicada a los planetas del sistema Solar, constituye una categoría dentro de la astrofotografía, se la conoce como  Planetaria, y todo aficionado que se precie la intenta. Algunos la consiguen y, aunque este no termina de ser mi caso, yo también la he intentado y la sigo intentando.
Los planetas que están al alcance de mis conocimientos y mi equipo son Marte, Júpiter y Saturno. Aunque me queda algo lejano, también a Urano le meto mano, Ahora espero su oposición para volver a intentarlo. Neptuno está fuera de mi alcance, y de Plutón ni hablamos. Venus, pese a su cercanía, me resulta difícil, y sólo puedo captar sus fases. Y Mercurio, amén de ser demasiado pequeño, está siempre muy cerca del Sol, y mis retratos de su body no revelan mucho más de lo que puede verse a simple vista.
Quizá dedique una entrada, en días venideros, a cada uno de estos nuestros vecinos.
También tengo en la mente la idea de hacer un breve tutorial de astrofotografía planetaria para la sección de Aprendizaje, donde pienso explicar cómo lo hago, aunque sea para que se sepa cómo no debe hacerse. Pero por el momento ya voy considerando excesiva la murga de esta entrada, y me dispongo a concluirla con algunas imágenes de las que he conseguido en este campo en el que, como astrofotógrafo aficionado, me encuentro aún cursando el quizá inacabable noviciado, y sin haber salido todavía de la categoría de “Quieroynopuedo”. Aunque, como veréis, yo, tan inasequible al desaliento como  inmune al ridículo, no dejo de intentarlo.


Venus


Marte

Júpiter

Saturno

Urano





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