El
vocablo latino “Planeta” proviene o se deriva de una palabra griega que se
podría traducir al actual castellano por “vagabundo”, “nómada” o “errante”.
Bueno, para el caso, y si tuviera que traducirlo yo, me inclinaría por elegir
“errante”, aunque al no conocer el griego antiguo lo tendría complicado, ya que
el clásico idioma no se parece ni un poquito a los dialectos camuñeros que
suelo manejar de cotidiano. Aquí pongo la letra original por si alguien supiera
darle su debida lectura: πλανήτης. No, no es griego inventado, aunque confieso humildemente que es copiado
y pegado, todo sacrificio es poco en favor de la ciencia.
En la antigüedad,
cuando las gentes de cualquier condición contemplaban los astros, todo lo que
veían, a parte de la Luna, el Sol y algún cometa, eran estrellas. Estrellas
fijas, estrellas fugaces y estrellas errantes. Estas últimas son las que ahora
conocemos como planetas, después de haberlas conocido como luceros en la
inocente infancia.
Recibieron el andarín
apelativo porque, a diferencia de sus hermanas fijas, que parecen estar
clavadas en el orbe y moverse solidarias e isócronas con él, estas van
desplazándose, noche a noche, sobre el sereno e inmutable fondo. Salvo en los
periodos de retrogradación (especialmente apreciables en Marte), en los que se
rezagan y parecen volverse, los planetas van adelantando estrellas en su
constante (y aparente) giro del Oriente al Occidente de nuestro mundo. Por eso
les cascaron la etiqueta de errantes, como vengo diciendo y acaso repitiendo ya
en exceso.
Con el andar del
tiempo hemos ido conociendo mejor estos astros. Incluso hemos averiguado que
nuestro mundo es uno de ellos, y no de los más grandes. Tal cognición lleva en
sí misma una inmanente lección de humildad que, según parece, nos obstinamos en
ignorar. Aunque de otras más grandes y recientes hemos salido indemnes, como si
no hubiera más parientes que nuestros dientes.
Bueno, no voy a
deslizarme hacia la filosofía que por ahí me escurro como por las heladas
laderas de Cabezas del Hierro (Cara norte), y puedo terminar mal.
Cuando yo era niño,
cosa que sucedió algunos años después de que Galileo Galilei pasara por la vida
(aunque no muchos, que ya tengo una edad), se conocían nueve planetas. De interior
a exterior: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y
Plutón. Luego, en el año 2006, se redujeron a ocho tras aprobarse una especie
de ERE en el que fue despedido Plutón, cosas de la modernidad laboral.
Bueno, en realidad
fue una reestructuración necesaria ante el ingreso de nuevos miembros en la
plantilla planetaria, y lo que sucedió es que se creó una nueva categoría: Los
Planetas enanos.
Tras un polémico
examen, no exento de dimes y diretes, la Comunidad Científica consideró que
Plutón no era más que sus recién descubiertos vecinos exteriores Haumea, Sedna,
MakeMake y Eris. Ya puestos a reestructurar, el asteroide Ceres, situado en el
cinturón de asteroides que hay entre Marte y Júpiter, fue ascendido de
categoría, considerándose desde entonces, y sin carácter retroactivo, Planeta
Enano. Ni él (o ella) por su ascenso, ni Plutón por su degradación, parecen
haber notado nada especial, y siguen comportándose como siempre, a su bola.
Tampoco muestran
afectación alguna por su descubrimiento los miles de planetas que se están
encontrando en los campos gravitatorios de otras estrellas y que por eso, por
ser de otras estrellas, reciben el nombre genérico de “Exoplanetas”.
La fotografía
aplicada a los planetas del sistema Solar, constituye una categoría dentro de
la astrofotografía, se la conoce como Planetaria, y todo aficionado
que se precie la intenta. Algunos la consiguen y, aunque este no termina de ser
mi caso, yo también la he intentado y la sigo intentando.
Los planetas que
están al alcance de mis conocimientos y mi equipo son Marte, Júpiter y Saturno.
Aunque me queda algo lejano, también a Urano le meto mano, Ahora espero su oposición
para volver a intentarlo. Neptuno está fuera de mi alcance, y de Plutón ni
hablamos. Venus, pese a su cercanía, me resulta difícil, y sólo puedo captar
sus fases. Y Mercurio, amén de ser demasiado pequeño, está siempre muy cerca
del Sol, y mis retratos de su body no revelan mucho más de lo que puede
verse a simple vista.
Quizá dedique una
entrada, en días venideros, a cada uno de estos nuestros vecinos.
También tengo en la
mente la idea de hacer un breve tutorial de astrofotografía planetaria para la
sección de Aprendizaje, donde pienso explicar cómo lo hago, aunque sea para que
se sepa cómo no debe hacerse. Pero por el momento ya voy considerando excesiva
la murga de esta entrada, y me dispongo a concluirla con algunas imágenes de
las que he conseguido en este campo en el que, como astrofotógrafo aficionado,
me encuentro aún cursando el quizá inacabable noviciado, y sin haber salido
todavía de la categoría de “Quieroynopuedo”. Aunque, como veréis, yo, tan inasequible
al desaliento como inmune al ridículo, no dejo de intentarlo.
Venus |
Marte |
Júpiter |
Saturno |
Urano |
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