Durante
su oposición, Saturno se sitúa a una distancia de nuestro planeta (y por tanto
de nosotros) de tan sólo 1200 millones de kilómetros, pulgada más o menos. Ahí
mismo, como quien dice, sobre todo si comparamos esta cifra con los 1600
millones de kilómetros que nos separan durante la conjunción.
Hogaño
este fenómeno se produjo el día 15 de
Junio, pero durante varias semanas antes y después, el planeta permanece
como si dijéramos por el barrio. Aprovechando la visita, y suponiendo
que no le importa ni importuna mucho, le he tomado esta foto:

Datos de la toma:
Lugar: Camuñas.
Fecha: 030717
Telescopio: SW Maksutov 180/2700 + Barlow x2
Cámara: Luna QHY 5II monocroma + filtros LRGB
Software: Autostakkert 2, Reigistax 6, Fitsworks y PS.
Lugar: Camuñas.
Fecha: 030717
Telescopio: SW Maksutov 180/2700 + Barlow x2
Cámara: Luna QHY 5II monocroma + filtros LRGB
Software: Autostakkert 2, Reigistax 6, Fitsworks y PS.
Para
hacer las presentaciones como es debido transcribo aquí los datos principales (aproximados)
del gigantesco astro:
Diámetro:
120.000 kilómetros.
Periodo
de rotación: 10,56 horas (a toa pastilla
va)
Distancia
media al Sol: 1431 millones de kilómetros.
Periodo
orbital sideral: 29 años 167 días 6,7 horas.
Periodo
orbital sinódico: 378,1 días
Densidad:
690 Kg. por metro cúbico. (Muy ligero, flotaría en el agua)
Velocidad
de escape: 35, 49 kilómetros por segundo.
Inclinación
del eje: 26,73º
Gravedad
en el ecuador: 0,93 g.
Temperatura
media en superficie: -125º C.
El
diámetro de sus anillos mide aproximadamente lo mismo que la distancia entre la
Tierra y la Luna, más de 250000 kilómetros, su espesor apenas llega a 2.
Con mejores instrumentos que los míos, pueden
ser distinguidos siete anillos principales, denominados, de dentro a fuera, D, C, B, A, F, G y E.
Las
divisiones que pueden verse con telescopios de aficionado son las de Cassini y,
con suerte y buenos cielos, Hencke. Las
de Colombo, Maxwel, Huygens y Keeler son más caras de ver.
El origen
de esta espectacular formación sigue siendo un enigma.
Como
curiosidad sobre la enigmática génesis de los anillos de Saturno y las diversas
especulaciones que han suscitado desde que Galileo Galilei los descubriera en
1608, citaré una de las más estrambóticas:
Entre
1586 y 1669 vivió en nuestro planeta un eximio teólogo llamado Leo Allatius,
entre cuyas escrituras destaca un ensayo titulado “Discusiones sobre el
prepucio de nuestro Señor Jesucristo” (sic) .
En esta obra, el autor (contemporáneo de Galileo), asegura que lo que se
ve alrededor de Saturno es nada menos que eso: El trocito de piel que le fue
extirpado a Jesucristo en la preceptiva circuncisión infantil practicada por
imperativo de las tradiciones judías. La sorprendente afirmación se basaba en
el hecho de la ascensión al cielo del
cuerpo del Señor, incluida esa parte cuya presencia visible en el firmamento
constituía, para el teólogo, la prueba irrefutable de la veracidad de aquel
milagro.
La
hipótesis no acabó de ser aceptada por el general público, y menos por los
eruditos de aquella y posteriores épocas. Y por si alguien aún considerase tales o parecidas
posibilidades, se ha de decir que ya hace tiempo viénese conociendo en gran
medida la composición del muy vistoso objeto celestial que, a la sazón, ha
resultado estar formado por trozos
grandes, medianos y pequeños de hielo y rocas. Así de simple, así de
portentoso.